jueves, 23 de junio de 2011

El oscuro mecanismo (Galletas con corazón de chocolate)


"Marco Antonio, Lourdes y Rómulo llegaron puntuales; de inmediato sacamos papeles y fingimos que copiábamos unos laboriosos mapas de geografía por si a alguien se le ocurría entrar a la sala de lectura sin avisar. Antes de retomar la lectura del libro que mi abuela me había dado con la advertencia de que se trataba “de lo más exquisito en cuanto a historias de fantasmas” les conté mi pesadilla; los tres me interrumpían con señas y pellizcos para referir las suyas. Todos habíamos soñado algo similar, niños fantasmales que entraban o salían de nuestras recámaras con miradas mortecinas y labios sellados de una blancura solamente vista en cadáveres de la funeraria. El más impresionado era Rómulo. Marco Antonio le dijo que no se quejara, después de todo se había pasado a dormir a su cama a mitad de la noche."




El mecanismo del miedo (fragmento), Norma Lazo, Ed. Montena 2010



Haber leído "El Mecanismo del Miedo" fue -además de placentero- un interesante ejercicio de nostalgia que me llevó a recordar épocas más sencillas, en las que se inventaban "códigos secretos" para tratar de engañar a los adultos, tiempos pasados en los que las pesadillas implicaban la aparición de algún ser sobrenatural que desaparecía bajo el mágico cobijo de los edredones a prueba de monstruos o con la valerosa y temeraria excursión para comprobar que ni en el armario ni debajo de la cama había algún ser verde y viscoso de afiladas garras.

Gracias al miedo podemos sentirnos niños de nuevo. Ese miedo benévolo que se exorciza con una lámpara de mano o con el muñeco preferido recostado a un lado y que se transforma en el más fiero guardían.

En lo personal, tengo que confesar que siempre he preferido sentir ese tipo de miedo, y aún más en esta época (¿seré por ello una especie de Peter Pan?), aunque para ello sea necesario viajar a parajes donde existen mansiones que se derrumban devorando a sus habitantes, a callejones victorianos donde un mismo hombre da a luz a otro con su misma carne pero animado por lo más abyecto de su espíritu. Decenas de veces he preferido andar al lado de gitanos que cargan ataúdes con tierra transilvana o tomar de la mano a nanas que me cuidarán de no caer en algún lago o de algo peor...

Desafortunadamente esa realidad me arranca cada vez con mayor descaro del goce de regodearme en esos miedos infinitamente misericordiosos puesto que se quedan atrapados facilmente, con el acto -siempre difícil- de cerrar el libro. Si bien es cierto que el escalofrío que provoca en la espina me acompañará por el resto de mis días, el miedo que esas maravillosas historias instigan nunca me ha obligado a mirar cada vez más seguido sobre mi hombro, ni impulsa a salir a las calles para gritar junto a otros bajo el signo de un dolor que se extiende, que tiñe de rojo, que trata de arrebatar el derecho a soñar.

Por fortuna, ahí esta Norma Lazo con su más reciente texto, regalando líneas esperanzadoras envueltas en fantasía, volviendonos partícipes de la herencia de las mujeres Berenguer con un mecanismo que -si tenemos empeño- podremos activar, estimulándonos a reconstruir un mundo en el que los niños puedan volver a trepar árboles, a rasparse las rodillas por jugar en los parques, a perderse en el cielo amasando nubes para volverlas animales, a que vuelvan a creer en monstruos y en hadas, en caballeros, en dragones y en perros y gatos que sonríen y en patitos que gustan de comer tréboles.

Hago el compromiso de volverme cómplice de los niños de la historia y levanto la mano para ser yo la encargada de preparar las galletas para la hora de la lectura y que en el centro tengan chocolate oscuro para que nos conforte el espíritu ¿Me acompañas?



Galletas con corazón de chocolate
90 g de mantequilla a temperatura ambiente
50 g de azúcar granulada
1 huevo, sólo la yema
1 cucharadita de extracto de vainilla
1 1/4 cucharadita de polvo para hornear
150 g de harina blanca
13 piezas de chocolate oscuro
1 cucharada de azúcar morena
1 huevo ligeramente batido para barnizar las galletas






¡Hora de hacer galletas!
Acrema la mantequilla junto con el azúcar granulada. Agrega la yema y el extracto de vainilla. Aparte, mezcla el polvo para hornear y la harina y únelos a la mantequilla. Es importante que no uses las manos para hacer la masa, pues calentarías en exceso la mezcla.
Envuelve la masa en plástico autoadherente y dájala en el fefrigerador por una hora. Saca la masa y toma 13 porciones, A mí me facilitó esta tarea el uso de una báscula pero si no tienes una forma un cilindro y ve cortando las porciones. Con cada fracción envolverás una pieza de chocolate, dale forma de bolita y colócalas en la charola para hornear cubierta con un tapete de silicón o ligeramente engrasada. Barniza las galletas con el huevo batido y rocía con azúcar morena.
Mete al horno precalentado a 200°C y hornea de 10 a 12 minutos.
Si resistes un poco deja enfriar, aunque calientes son una delicia pues escapará una erupción de delicioso chocolate oscuro.



























































































Con todo, la vida es buena, mientras existan las historias de horror y fantasía, la poesía, los cuentos... en fin, mientras hayan letras, recetas, esperanza, amigos y galletas de chocolate.

2 comentarios:

  1. Mmm, qué rico texto y qué ricas galletas, lástima que ya no pueda comerlas por aquello del gluten. Gracias por dedicarle tu blog al Mecanismo. Un abrazo.

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  2. y re mmmmmmmmmm, tengo un café a mi lado y nada de galletas como esas, el mecanismo de mi miedo se echa a andar al pensar que placeres como estos se acaben sin que yo los haya probado ¡Uy!
    Pero bueno, también me dio hambre de leer el libro de Norma Lazo y revivir esos temores que, como bien llamas, son benévolos; que están ahí sólo para despertar la imaginación.

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